domingo, 22 de marzo de 2009

Las tres esquinas.


A ver si me aclaro...

Anoche la pasé con Cristina. Era nuestro segundo encuentro y, claro, estaba previsto que hubiera cama, puesto que la cita era en mi casa y, en cierta manera, lo habíamos dejado claro. Sí, hubo cama. Asímismo, creo que se ha confirmado nuestra forma diferente de ver la relación que comenzó hace dos semanas: No tiene futuro, aunque ella esté colada por mi (demasiado, me temo). Las circunstancias no son propicias. Entre otras cosas, ella está casada y yo tengo la mente dedicada a otra persona. No se lo he dicho, pero los gestos y las actitudes me delatan, no creo que sea tan tonta como para no pillar que, como pareja, no hay nada que hacer.

La otra persona en mi vida es Jordi. Hoy hemos quedado de nuevo (es la tercera vez que nos vemos), después de la pausa que decidimos darnos. Además, tenía que darle su regalo de cumpleaños, así que me ha venido bien el reencuentro. Sin embargo, le he notado a más de 6 grados de separación de mi... Y eso me ha hecho dudar de todo...

La historia con Jordi es de aquellas que sólo ocurren en el cine... y en mi vida, que es de película, pero de película mala (a ningún guionista con dos dedos de frente se le ocurrirían las tramas y subtramas de mis vivencias):

Bruno (ex-compañero de piso), Jordi y yo, tenemos perfiles en una página de contactos. El mío estaba inactivo desde hace un tiempo, hasta que recientemente me dio por solicitar de nuevo el alta... justo el mismo día en que Jordi descubrió mi perfil y, al no poder enviarme un mensaje, decidió comunicarse con Bruno (que no recuerdo ahora cómo está relacionado conmigo en esa web) para saber la manera de dar conmigo. Por lo que Bruno nos hizo de intermediario y Jordi y yo pudimos conocernos. Tuvimos una primera y estupenda cita, 7 horas de charla en la que hablamos de todo y de nada, reímos, nos emocionamos al ver la cantidad de cosas que teníamos en común y acabamos entregándonos a los besos y al deseo de estar juntos (reconozco que fue él quien tuvo la iniciativa, aunque ardía en deseos de abrazarle desde el momento en que nos saludamos).

Tras esa primera cita vino una segunda en la que, irremediablemente, acabamos en la cama. A pesar de la primera impresión y de que yo acabé de colarme por él, me confesó al día siguiente que había fallado algo y se dio cuenta de que no era la persona que estaba buscando... Procuré mantener la entereza pero caí desinflado y sin fuerzas. Aún pude sacar algunas para responder que lo entendía, las cosas vienen así, ya lo he vivido otras veces. Cuando Bruno, nuestro "celestino", me preguntó sobre cómo había ido todo, le conté lo ocurrido. No sé que diablos le escribió a Jordi en un e-mail que le envió, pero parece que hizo que reflexionara. Tras unos días de distanciamiento, con intercambio de mensajes incluido y alguna metedura de pata por mi parte, quedó claro entre los dos que debíamos mantener nuestra amistad y que él necesitaba a alguien que le empujara en sus inseguridades.

Y hoy nos hemos vuelto a ver en el parque de la Ciutadella para hacer un picnic... Y he percibido ese distanciamiento que no esperaba... Y las ganas que tenía de tomar las riendas de una posible relación se han enturbiado. Ahora no sé por dónde tirar. No he sabido reaccionar, porque no tengo claro en qué momento nos encontramos. ¿Dónde quedaron los besos? ¿Acaso esperaba a que yo entrara en acción y demostrara mi iniciativa? ¿Me rompo demasiado la cabeza? Nunca me había pasado esto con un chico, este "embobamiento" más propio de mi etapa hetero. Ni siquiera parece que tenga interés en que forme parte de su grupo de amistades, con quienes comparte aficiones similares a las mías. Más bien noto que prefiere mantenerme al margen. No le culpo, por supuesto. Siempre he respetado estas cosas.

Pero me dejó fuera de juego, impotente, sin capacidad de reacción. Y me he dado cuenta de que las riendas las tiene él, quien debe decidir es él, quien me tiene atrapado es él. Y no sé qué paso debo dar, qué decirle... Tal vez desconectar de una vez, que es justamente lo que él no quiere que haga (o quizás sí). Me da miedo escribirle de nuevo y meter la pata. Me da miedo que pierda el interés por mí. Me da miedo su próximo e-mail o lo que esté pensando ahora de mí. Me da miedo que desaparezca.

Echo de menos no tener el corazón ocupado, no dedicar mis pensamientos a otras personas, disfrutar de la soledad. Me gusta estar enamorado, sentirme amado, pero padezco el "síndrome del complicado". Necesito desconectar, especialmente ahora, estoy en el peor momento económico-laboral de mi vida y necesito centrarme. Y justo... se enamora de mí quien no debería. Me enamoro de quien no se enamora de mí.

Me quedo con su despedida, que me ha hecho temblar de angustia: "Parlem i ja ens tornarem a veure, anem fent mica a mica, pas a pas".

No quiero pensar más en esto.

Mañana lo hago.

No hay comentarios:

Publicar un comentario