domingo, 17 de mayo de 2009



Días de pereza. Coinciden con días de trabajo personal y profesional. Agobios. Temores. La mudanza.

Junio implica cambios en mi vida. Siempre ha sido así, debería tenerlo asumido. Pero nada, no aprendo. Llega y me pilla a calzón bajado.

Me traslado a Barcelona. Dejo El Prat, una ciudad que no me ha dado más que problemas, pero en la que he aprendido que no te puedes fiar de nadie, que quien más te quiere te hará sufrir. Una ciudad en la que también he amado, he disfrutado del mejor sexo que he tenido nunca (aunque no con gente autóctona), he matenido una relación que me marcó para siempre (Emme, te echo de menos) y he recibido muchos golpes.

Olvidaré pronto El Prat. Como he ido olvidando los lugares por los que he pasado. Mi memoria no da para más. Marcho de aquí con varios objetivos: ahorrar, simplificar mi vida, relacionarme más y ser libre.

Encontré una habitación en un pisazo compartido. Mi espacio es pequeño, una habitación individual, pero el piso es estupendo: salón amplio, cocina de diseño, un patio enorme y una oficina para poder trabajar. Luna estará contenta, lo sé. Mis compañeros de piso parecen agradables... Ya os iré contando. Intento ser positivo. Necesito este cambio. Espero no tener problemas al marcharme del piso en el que vivo. Me voy con el dinero justo, no sé si podré liquidar lo que debo.

Sigo caminando...